Poco a poco se han hecho evidentes, los errores cometidos a partir
de los años 60 con políticas de transporte orientadas a facilitar el uso indiscriminado y desenfrenado del automóvil. Todo ello ha hecho del coche una
herramienta central de nuestras vidas y de los sistemas de transporte urbano y previsiblemente el coche seguirá jugando un rol importante también en el
futuro.
Sin embargo, en áreas urbanas densas y en distancias relativamente
cortas, los automóviles no son ni eficientes ni sostenibles. Cada vez son más
evidentes los “efectos colaterales” negativos de su abuso: congestión, contaminación,
ruido, consumo de espacio (sobre todo para el estacionamiento), seguridad vial
y crecientes costes de mantenimiento. Demasiados coches son malos para las
ciudades, en un doble sentido. Las ciudades se vuelven menos atractivas debido
a los impactos ambientales, sociales y sobre la calidad de los espacios
públicos.
Peor aún, las ciudades tienden a ser menos accesibles. En calles
colapsadas, atascadas y llenas de coches en búsqueda de aparcamiento, el
automóvil ya no es una forma eficaz de desplazarse. Además, contar
principalmente con los coches para las necesidades de movilidad alienta viajes
cada vez más largos y dispersos, que fomentan la expansión urbana, lo que a su
vez aumenta la dependencia del automóvil. Las ciudades son conscientes de que
las soluciones pasan por romper este círculo vicioso.
Por otro lado, el transporte público ha sido la tradicional
alternativa. Es muy eficaz para transportar grandes números de personas al
mismo tiempo y al mismo destino. Utiliza menos espacio y menos recursos y es
más limpio y más económico que los vehículos privados. Muchas ciudades están
convencidas de que una inversión pública considerable en su mejora es necesaria y
justificada.
Pero el transporte público no puede satisfacer todas las
necesidades de movilidad de la personas. Rutas fijas y horarios rígidos no son
adecuados para un número cada vez mayor de viajes. Las personas tienden a
moverse hacia destinos más variados, de manera menos regular y para otros fines
diferentes del trabajo o estudio. También tienden a compaginar modos distintos
para satisfacer mejor sus necesidades. Existe una clara necesidad de
alternativas de transporte que sean flexibles, cómodas, limpias y asequibles
para los desplazamientos dentro de las áreas urbanas.
El otro modo central en las áreas urbanas, la marcha a pie,
históricamente al
margen de las políticas de movilidad, empieza a ganar otra vez el reconocimiento de su importancia para el conjunto de la movilidad urbana y de la necesidad de ser
considerada como modo prioritario de una movilidad sostenible.
Pero más allá del radio peatonal, las ciudades cuentan solo con coches y transporte público, con los inconvenientes y las limitaciones presentadas.
Publicado en PROBICI.Guía de la movilidad ciclista
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